En esas noches tan cálidas frente al mar realmente no estoy sola me acompaña la soledad.
En ella me recuesto y con ella platico sobre aquello que tanto me carga día tras día.
Después de un largo día de trabajo en mi recamara me espera y en si me recibe con un abrazo.
A veces hay noches en donde me separo de ella por largas horas de diversión, pero a llegar la madrugada como siempre despierta me espera.
En mi cama al dormir sus brazos me protegen, y puedo sentir como vigila mi sueño.
En otras ocasiones es como un guardia acompañándome en mi desvelo.
Y a veces es mi mejor crítico al escribir algo nuevo, aunque ella igual me inspiras en esos momentos blancos.
A veces reprocho su amistad pues llevamos vario años juntas tanto que es seguro decir que es casi como una madre o más aun mi ángel.
Pero a lo largo las heridas de la vida e igual las desilusiones me han enseñando aceptarla como una amiga querida.
A respetar porque me acompaña y entender que tal vez algún día nos diremos adiós pero de vez en cuando regresara a mi vida para hacerme compañía.
1 comentario:
Recibo parte de esa inmensa melancolía, amiga.
Un texto bien profundo, de esos que llevamos a cuestas, en lo profundo del alma.
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